Del talento a la clase

“El hombre es un ser racional, por lo tanto, él alcanza su plenitud si ha cumplido el fin para el que ha nacido. ¿Qué es pues lo que esta razón exige de él? Una cosa muy fácil: vivir conforme a su naturaleza”.

Séneca

Querido estudiante:

Es habitual que hablemos del aspecto técnico, de la ejecución correcta de cada movimiento o del entrenamiento físico y la importancia que tiene en el desarrollo de la resistencia, la fuerza, la elasticidad… Es común que abordemos la musicalidad, la interpretación o, incluso, la alimentación. Sin embargo, pocas veces te he hablado, de manera directa, de la disposición mental con que debes enfrentar cada clase. Así es, hoy, quiero que el tema sea tus pensamientos y tus emociones. Aspectos más intangibles que los anteriormente mencionados, pero igual de influyentes en los resultados de tu aprendizaje, en el desempeño final en cada clase, en la manera como enfrentas las competencias, audiciones y presentaciones. ¡Empecemos!

¡Vamos, se valiente! Es por eso que cada vez que bailas sobreviene una satisfacción especial y única que se conoce como autorrealización: llegar a ser lo que uno es capaz de ser.

Pero antes, quisiera que me respondieras una pregunta: ¿Por qué estás aquí, hoy, en este salón? A diario, soy testigo de cómo te sometes a extenuantes jornadas de trabajo físico, de atención concentrada, de repeticiones… Entregas tu cuerpo a una técnica anti natural en esencia y toleras con paciencia la presión que, en mi rol de exigente maestro, ejerzo sobre ti. Obligas a tus piernas a rotar, llevas tu espalda hasta sus límites de capacidad y te paras sobre las puntas de tus dedos; ¡vaya capricho estético!, sin importar las ampollas, las uñas maltrechas o el riesgo de una posible lesión.

¿Por qué lo haces? Te daré mi propia versión: porque naciste con un talento natural. Un conjunto de aptitudes tatuadas en tu ADN que, con el tiempo, han asumido el carácter de una verdadera necesidad y que pugnan por desarrollarse. Un impulso, eso es, que exige manifestarse y que, si tienes el suficiente valor, podrás canalizarlo y explotarlo al máximo. ¡Vamos, se valiente! Es por eso que cada vez que bailas sobreviene una satisfacción especial y única que se conoce como autorrealización: llegar a ser lo que uno es capaz de ser. Entonces, ¿cómo saber si este es realmente mi talento? ¡Fácil!, porque se trata de una actividad que has aprendido sin tener que pensártelo mucho y con un esfuerzo significativamente menor en comparación a las demás personas. Lo disfrutas, te destacas, y la gente lo nota. Conclusión: un bailarín debe bailar, si al final de cuentas quiere ser feliz.

No me resulta extraño que ante mi primera pregunta respondieras con un: “bailo porque me gusta”. ¡Claro!, como no te va a gustar si estás haciendo aquello para lo que naciste. Seguramente un pez es feliz nadando y un ave se la debe pasar genial volando. Pero si ahora te la cambio: ¿Para qué haces ballet? ¡Ojo, es posible que te lo tengas que pensar bien! Ya no pregunto por la justificación, sino por la meta. Si me respondes que tu meta es ganar mucho dinero y alcanzar la fama, sospecho que te has desviado del camino. Piénsalo, hay otras maneras más rápidas y sencillas de alcanzar ese tipo de “cosas”.

Los objetivos son como las matrioshkas; esas muñecas tradicionales rusas, cuya originalidad consiste en que se encuentran huecas y en su interior albergan una nueva muñeca, y esta a su vez a otra, en un número variable de veces.

En cambio, si lo que quieres es ser feliz, deberás hacer lo que hizo el pez o lo que hizo el ave. Sí, es posible que el dinero y la fama terminen por llegar, pero después, por añadidura, como una consecuencia lógica de hacer las cosas bien. Y debes saber que es imposible no hacer las cosas bien cuando se trata de darle expresión a tu talento natural. Ya hiciste lo más difícil: descubrir quién eres y para qué estás hecho. Lo que resta es desarrollarlo; nadar y volar, nadar y volar. Potenciar tus aptitudes para la danza, esa debería ser tu verdadera meta.

Si estás de acuerdo conmigo en que tu meta en la vida es desarrollar tu talento, entonces ya eres un ganador, has llegado. Pero, ¡cuidado!, eso no quiere decir que el trabajo ya esté hecho. ¿El éxito? Ya lo alcanzaste, lo que sigue es la excelencia.  Es por eso que describo tu meta por medio de un verbo: desarrollar. Porque no se trata de un punto fijo, se trata de un proceso en construcción. Uno nunca termina de pulirse; cada día se puede ser mejor. ¿Mejor respecto a qué? Pues respecto a la versión que eras ayer, hace una hora, hace un minuto.

Cada vez que afrontamos una competencia te digo: no vamos por una medalla, vamos por un escalón más en tu proceso de aprendizaje. No competimos contra otros grupos ni contra tus compañeros de clase; competimos contra nosotros mismos. Así pues, ¿cómo sigo mejorando? Atención, es aquí en donde entran en juego los objetivos. Son ellos los que aportan orden y dirección.

Los objetivos son como las matrioshkas; esas muñecas tradicionales rusas, cuya originalidad consiste en que se encuentran huecas y en su interior albergan una nueva muñeca, y esta a su vez a otra, en un número variable de veces. Piensa en tu meta como la muñeca más grande de todas, mientras que los objetivos constituyen las restantes muñecas más pequeñas. Entonces, estos últimos estarán bien formulados mientras los más grandes contengan a los más chicos y todos quepan dentro de la última y más grande muñeca: tu meta. 

Para ser más exacto, todos tendrán que ver con tu proceso de formación en la danza. Adicional, deben ser precisos, concretos, medibles y conseguibles. Te doy ejemplos, empezando por los más pequeños y terminando con los más amplios: lograr un triple pirouette antes de que termine esta unidad, realizar 16 tour fouettes al cerrar el primer semestre, ejecutar la variación de Odile para el mes de octubre, interpretar el papel de Cisne negro en la función de fin de año. Lo ves, para lograr el último objetivo, primero tendrás que alcanzar los anteriores más pequeños.

Si quieres continuar leyendo esta carta, mira su segunda parte aquí: “Carta a un estudiante/II. Persistir”.

Posted by:Acento Ballet

Revista digital de ballet.

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